Los Dramaturgos

Un dramaturgo  es un escritor de textos literarios compuestos para ser representados en un espacio escénico. A estos escritos se les da el nombre de obras teatrales.

A raíz de los ataques del 11-M se elaboró un texto literario -llamado Sumario- que posteriormente fue interpretado en un espacio escénico -llamado Sala del Tribunal-,  ubicado en la Casa de Campo de Madrid. Dado que en la elaboración física de ése texto intervino un amplio conjunto de modernos amanuenses, podemos establecer que conceptualmente, el dramaturgo, en éste caso, sería el padre intelectual de la historia ahí narrada. No obstante, y siendo desconocida (para nosotros) su identidad, debemos considerar la concurrencia de varios dramaturgos en la elaboración de la historia narrada, aunque, y también debido a que, todos ellos converjan en un mismo hilo argumental.

El Sumario del 11-M, como texto literario, reúne las características de un drama por tratarse de una obra sobre un asunto triste y estar escrita para ser interpretada en un espacio escénico, o lo que es lo mismo: rodeado de una fingida actitud aparatosa, encaminada a impresionar al espectador.

Y fingir significa presentar como real algo que no lo es. Porque puede comprobarse, además,  que para fingir se han utilizado varios sofismas (argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso).

En su conjunto, puede decirse que la interpretación que se hizo del Sumario y que concluyó con unas condenas a centenares de siglos de cárcel y el beneplácito de instituciones y pueblo, constituye un completo y lamentable fracaso intelectual tanto para los dramaturgos que compusieron la obra, como para el pueblo que la bendijo con su silencio.

Algunos ejemplos de los fingimientos ocurridos durante la interpretación

  • Ordenar realizar pericias sobre restos de 10 explosiones ocurridas en otros tantos vagones de tren, y aportar a los peritos -como tales restos- 14 bolsas con unos pocos clavos y tornillos, alegando que no existen más restos, mientras se mantiene escondido uno de los vagones, es fingir. Y utilizar como argumentación un informe acreditando que los vagones que sufrieron las explosiones habían sido ya desguazados antes de iniciar la pericia, es un sofisma, porque quiere utilizarse como argumento para defender lo que, como se ha comprobado, era rotundamente falso.
  • Encontrar durante el registro de la finca de Morata de Tajuña una huella digital y decir días después que, tras el correspondiente cotejo, se ha descubierto que pertenece a un argelino llamado Ahmed Ajón y que la huella se ha remitido a los «servicios marroquíes» para comprobación, y que éstos responden que se trata de «un tal Jamal Ahmidan, sin más datos», es -además de un acto de estupidez inaudita- un fingimiento, porque se pretende hacer creer que la policía española no había podido identificar con esa huella al llamado Jamal Ahmidan, lo que es falso, y que como tal falsedad, está acreditada en el mismo Sumario. No sólo la petición del mandamiento judicial para ése registro ya indicaba que se trataba de «el domicilio propiedad de Jamal Ahmidan», sino que el cotejo de la reseña necrodactilar de uno de los  cadáveres hallados tras la explosión del piso de Leganés, lo identifica claramente como Jamal Ahmidal a través de una reseña del mismo, que la policía española tenía almacenada en sus ficheros dactiloscópicos desde 1992.
  • Finge, también, quien encarcela a Jamal Zougam un 13 de Marzo acusándole de haber vendido unas tarjetas para móvil, y presentando como un hecho real que en las 10 explosiones de los trenes se utilizaron unos teléfonos móviles que, de ser los dichos en el Sumario, no necesitaban la tarjeta para activarse, y asegurando que los 10 portaban -exactamente- las tarjetas vendidas por Zougam. Y finge por tres razones fundamentales:
  1. Porque ni demuestra lo que afirma, ni puede hacerlo.
  2. Porque aunque pudiese demostrarlo, vender tarjetas no era delito en 2004.
  3. Porque una semana más tarde se presentó un señor a la policía afirmando que él SI lo había hecho; él SI había vendido tarjetas, e incluso facilitó como «cliente» el nombre del que luego nos presentaron como «El Tunecino», y varios números concretos que luego «aparecieron» durante la «investigación», entre ellos el que «dirigió a los investigadores» en el hallazgo del piso secreto de Leganés… pero a este señor nadie le encarceló. Es decir: el argumento utilizado contra Zougam no fue utilizado una semana después…. ni nunca.