La representación de lo ocurrido el 11M incluye, como es razonable, investigaciones policiales en las que se resalta utilería variada, como la tecnología de telefonía móvil, muestras de explosivos, pisos francos, detalles morunos, etc,
La sentencia del 11M establece, por ejemplo, que todos los artefactos que explosionaron en los trenes fueron activados a través de teléfonos móviles, y ese argumento sirve para otorgar a la telefonía móvil la condición de espina dorsal sobre la que se sustenta, cuando menos, la parte principal de la historia contada.
De hecho, el primero de los condenados a más de 420 siglos de prisión (Jamal Zougam), fue detenido (que no condenado, como es obvio) acusado de vender tarjetas de teléfonos móviles., y para condenar al segundo de ellos (al que han llamado siempre Otman El Gnaoui) resultó decisiva una conversación telefónica grabada entre teléfonos móviles que la policía controlaba, en la que se menciona la palabra «clavo»; sin necesidad de que perito alguno acreditase -siquiera- que el interlocutor era el ahora condenado. Y así, es como en el sumario del 11M existe una pieza separada completa dedicada a la «información telefónica», en la que se mezclan cientos de datos de números y usuarios de teléfonos así como miles de metadatos de tráfico telefónico, en su mayor proporción, relativos a teléfonos móviles. Si bien es cierto que, lejos de resultar una información útil para contrastar aseveraciones o usarse como pruebas o indicios, queda como una fuente de confusión y/o de base para confeccionar auténticas especulaciones.
En la instrucción del sumario se definieron una serie de circunstancias acerca de los teléfonos móviles pero ninguna de ellas fue refrendada por peritos en la materia. Por ejemplo, se dejaron como ciertas las ideas de que ni los IMEI (número de serie de 15 dígitos) de los terminales pueden ser modificados, ni las tarjetas SIM (número de abonado) clonadas. Los números de teléfonos móviles considerados «claves» se asignaron a cada uno de los sospechosos mediante especulación, dado que se trataba de tarjetas prepago de las que las operadoras carecían de datos de titular. O se consideraba que una ubicación de un terminal asignado a un usuario por los investigadores «probaba» la presencia del sospechoso en ese lugar.
En cuanto a los detalles morunos, además de que esa primera detención fuese la de un moro, el término islam, suelto o como parte de las palabras islamista o islámico, aparece en más de cien tomos del sumario y otras cincuenta y seis veces en la sentencia. Por no hablar de la proliferación de nombres morunos en el sumario. Tanto es así, que en el sumario ni siquiera consta de donde obtuvo la policía -realmente- el apellido del más famoso de los sospechosos (Ahmidan), como tampoco consta que hayan podido acreditar la identidad del que llaman Otman El Ganoui.