El mundo del Derecho establece como verdad judicial la que surge de un juicio —de las pruebas legalmente consideradas— y que produce efecto de cosa juzgada y debe ser de acatamiento general. Se materializa en la sentencia y es, por tanto, la verdad con la que se escribe la Historia.
Si bien en el sistema binario la unidad mínima de información puede tomar uno de dos valores posibles: 1 (verdadero) o 0 (falso) y evaluar la condición de esa unidad implica que si no es cierto es falso, en el sistema judicial evaluar la condición de un relato de hechos tendría que usar un tercer valor además de verdadero o falso: verdad judicial.
Un ejemplo para evaluar la condición en un relato de hechos en el sistema judicial, está en la parte del proceso sobre el atentado de Madrid del 11 de marzo de 2004 que refiere el caso del condenado Jamal Zougam.
La paradoja del caso Zougam, según se desprende de los propios documentos judiciales, es que Jamal Zougam es el único que nada aportó a la investigación. Es decir: es un personaje absolutamente superfluo, prescindible en la totalidad de la investigación; un personaje sin móvil, sin relación alguna con los otros dos condenados y además bajo control policial antes y durante el atentado.
Entonces ¿por qué detener a Zougam recurriendo a explicaciones falsas y testigos protegidos para aislarlo con esa precipitación? ¿Qué tenía de tanto interés el locutorio de la calle Tribulete?
Veamos lo que sucede con la verdad judicial:
- Si aceptamos como verdad judicial que la autoridad judicial permaneció silente cuando 48 horas después del atentado ya se procedió al desguace de las 90 toneladas de restos de los escenarios de las explosiones.
- Si aceptamos como verdad judicial que después de encontrar una bolsa con un artefacto sin explosionar en el tren de El Pozo los artificieros recorrieran el tren dos veces de cabeza a cola y de cola a cabeza y no vieran otra bolsa de 12 kilos de peso que contenía otro artefacto.
- Si aceptamos como verdad judicial que esa misma bolsa apareciera 18 horas después en una oficina de la Policía sin que nadie se hubiese percatado antes de su presencia, incluso después de viajar por Madrid en tres trayectos distintos y bajo custodia policial.
- Si aceptamos como verdad judicial que el artefacto de esa bolsa era igual a las 12 explosionadas el día anterior, aunque de esas 12 no quede nada para comparar.
- Si aceptamos como verdad judicial que en el interior de la bolsa hubiese un terminal Movistar liberado para usar tarjeta SIM de otra compañía, con la alarma programada para actuar como iniciador de un detonador conectado con el explosivo.
- Si aceptamos como verdad judicial que el terminal tuviera una tarjeta de Amena instalada aunque totalmente innecesaria en ése modelo para activar la alarma una vez programada y que era innecesario liberarlo de la operadora Movistar para que se activase la alarma.
- Si aceptamos como verdad judicial que la traza comercial documentada de esa tarjeta SIM con el número 652282963 llevó a los investigadores a Sindhu Enterprise.
- Si aceptamos como verdad judicial que el inspector que investigó la ruta comercial de la tarjeta leyó en el sexto renglón de la página 61 del libro que le mostraron los propietarios de Sindhu que estaba escrito el número 652282963 y otros 99 más y vendidas al locutorio de la calle Tribulete y que como él sabía que era el de Zougam llamó de inmediato a su jefe para informar de ello.
- Si aceptamos como verdad judicial que cuando el inspector llegó con los citados propietarios a la sede policial para tomarles declaración, Jamal Zougam ya se encontraba detenido y formalmente acusado de colaboración con banda armada.
- Si aceptamos como verdad judicial que lo escrito en el sexto renglón de la página 61 del libro de Sindhu es “Mohamed 100 AMENA N.N,” y que no existe ningún número de tarjeta ni locutorio de la calle Tribulete.
- Si aceptamos como verdad judicial que esa página 61 en la que no pone nada de la calle Tribulete es pieza de convicción que respalda el testimonio de los propietarios de Sindhu, ya convertidos en testigos protegidos de que esa tarjeta se vendió al locutorio de la calle Tribulete.
- Si aceptamos como verdad judicial que lo que dijeron los testigos, al prestar declaración después de la detención de Zougam, es que el Mohamed al que habían sido vendidas era Mohamed El Bakkali (socio de Zougam).
Entonces habremos de admitir que, de no haber aparecido esa bolsa y al no existir ningún indicio procedente de los escenarios, el crimen seguiría sin solución. Que sin la innecesaria tarjeta SIM no habría ni Zougam ni locutorio ni “pistas tecnológicas”. Tampoco habrían sido localizadas las guaridas de Chinchón ni de Leganés y no se habrían podido tejer los 33 tomos de información tecnológica que se utilizó para establecer identidades, relaciones, ubicaciones y conversaciones que permitieron cerrar el caso en un tiempo récord, para asombro y admiración de los servicios antiterroristas de varios países.
Porque gracias a esa bolsa, la telefonía móvil se convirtió en la espina dorsal que sustenta toda la instrucción. Si esa espina se extrajese, la instrucción se derrumbaría como un castillo de naipes
Un colaborador oportuno
El 8 de marzo la Policía perdió la pista de Serhane Ben Abdelmajid Fakhet (alias El Tunecino), que estaba bajo observación policial por su relación con un local controlado en la calle Virgen del Coro y contactos con radicales en la mezquita de la M30.
A primera hora de la tarde y una semana después de la detención de Zougam, el sábado 20 de marzo, se presentó espontáneamente en los locales de la UCIE en el complejo policial de Canillas, un viejo conocido: el sirio Abdul Khalek Al Jondi, alias Abdu Mahmoud, alias Abu Mahmud Al Jundi, alias Abu Mahmud Al Homsi, investigado por la UCIE como colaborador de Abu Dahdah, líder español de “la célula española de Al Qaeda” durante la “operación Dátil”.
Dijo que pasaba por allí para ayudar porque «sabía que las tarjetas de teléfonos habían tenido un papel importante en los alentados del 11 de marzo en Madrid y es por lo que deseaba prestar toda la ayuda posible» y contó una historia inconcebible a los policías que le conocían perfectamente:
“Que se dedicaba a a venta de tarjetas… Que su negocio consistía en activar las tarjetas antes de venderlas para incrementar su saldo… Que una vez activadas tenían un plazo de validez de 9 meses si no se utilizaban… Que hacía medio año compró 2.000 de Amena en prepago aunque no se dio cuenta que 50 de ellas habían sido separadas de su soporte y activadas… Que para evitarlo enviaba los cupones a nombre propio o de su mujer y se prorrogaban un año… Que en ése medio año las únicas tarjetas que consiguió vender de las 2.000 fueron las 50 activadas… Pero que se acordaba de que había vendido al menos en 3 ocasiones tarjetas de esas 50 de Amena a un tal Sarhan…”
Y reconoció a Sarhan en una fotografía que le mostraron, precisamente como El Tunecino al que la Policía buscaba desde 3 días antes de ese atentado en el que las tarjetas telefónicas habían tenido un papel importante.
El sirio nunca dijo que las tarjetas para El Tunecino salieran del locutorio de Zougam,
sino que las compró en una tienda llamada Laxmi. Pero hay dos circunstancias que rechazan esa procedencia:
- Amena informó que el punto de venta final de esa tarjeta fue Directa Euromóviles, por lo que si seguimos el razonamiento de Al Jondi, el minorista Laxmi habría vendido 2.000 tarjetas pero sin obtener beneficio alguno de 1.950 de ellas , cosa inverosímil.
- Además, el 30 de marzo el comisario J.M.G.G. emitió oficio al juez instructor informándole de que: [sic] «se pudo averiguar que la tarjeta de teléfono de la compañía AMENA con número 645658495 era una de las 100 que habían sido adquiridas por la empresa JAWAL MUNDO TELECOM de JAMAL ZOUGÁM»
¿Por qué iba a mentir Khalek Al Jondi sobre el lugar dónde las compró?
La fantástica historia del piso de Leganés
El comisario de Burgos R.G.M., encargado por sus superiores de buscar detalles clave en la investigación del atentado del 11-M debido a su portentosa memoria y sagacidad, se puso a analizar tráficos telefónicos obtenidos a partir de la bolsa, y tuvo una repentina visión reveladora que contó así en la vista oral:
«Y de repente, observé un número que me llamó muchísimo la atención, aquel número variaba en doce números secuenciales, respecto de otro número que yo conocía, y era de la mujer de uno de los seguidores de Abu Dadah, y que a la vez era, nos había salido con cierta relación con, con Jamal Zougam, que ya estaba detenido.»
«La tarjeta, el número de tarjeta de la mujer de Said Berraj, si no recuerdo mal era el 6456584507, mientras que la tarjeta que estaba investigando era el 645658495.»
«Estaba detenido Jamal Zougam, y esta persona era una de las personas vinculadas a Abu Dadah… Lógicamente si, si yo decía, esta persona estaba vinculada a Jamal, Jamal está detenido y relacionado con las bombas, y, tenía que tener relación forzosamente, se habían comprado juntas, variaban en doce números.»
Luego, el comisario de Burgos dijo que en el listado había una llamada a una agencia, que fueron, preguntaron, les dijeron y… apareció el piso en Leganés en el que una parte de los terroristas que decidieron no huir o bien vivían desde hacía 23 días, o bien coincidieron esa tarde en el fatídico instante en que la Policía descubrió el piso.
Si no es cierto es falso
- Amena informó al juez queLa tarjeta 645 658 495 estaba a nombre de Ana K.
- Abdul Khalek Al Jondi, seguidor de Abu Dahdah, confirmó, que la tarjeta 645 658 495 estaba a nombre de su mujer Ana K.
- Amena informó igualmente que la tarjeta 645 658 507 estaba a nombre de Abdul Khalek Al Jondi.
- El comisario de memoria excepcional no podía recordar el número 645 658 507 vinculado a Said Berraj de la operación Dátil contra la “celula española de Al Qaeda” porque esa operación tuvo lugar en 2001 y esa tarjeta fue activada por primera vez el 20 de mayo de 2003.
Lo que parecía probable es que ambas tarjetas se hubiesen vendido juntas, dado que ambas fueron activadas el 20 de mayo de 2003
¿Quién, dónde y por qué consiguió la tarjeta 645 658 495?
Los datos indican como altamente probable que la tarjeta 645 658 495 hubiese sido adquirida por el sirio Abdul Khalek Al Jondi en el locutorio de Zougam, tal como informó al juez el comisario J.M.G.G. y por estar, además, a nombre de su mujer y tratarse de un seguidor de Imad Eddin Barakat Yarkas (alias Abu Dahdah).
Existe además otra referencia determinante:
El 15 de marzo la policía tomó declaración a Abderrahim Zbahkh, dependiente en el locutorio de la calle Tribulete, y le formuló una pregunta peculiar y concreta. Le preguntó exactamente si en los últimos treinta días tiene conocimiento de que hayan vendido a un único cliente, varias tarjetas Amena, y el dependiente hizo una descripción excepcionalmente detallada de un cliente. Dijo:
«Desde hace unos dos meses acude con asiduidad a la tienda un individuo con acento irakí de 1.80 metros de altura de unos 48 años de edad, de complexión fuerte, con bigote, con pelo liso corto, sin gafas, vistiendo de sport con chaqueta o cazadora, que en alguna ocasión ha acudido portando
una carpeta tipo portafolios de cuero, el cual venía solicitando la compra de
tarjetas AMENA con número de fácil memorización en cantidades que
oscilaban entre diez, la primera de ellas, y otras de cuatro o cinco. Que el citado individuo realizó la última compra hace alrededor de una semana, adquiriendo una tarjeta AMENA y otra MOVISTAR. no recordando los números, si bien al igual que el resto solicitó que fuesen de fácil memorización. Que el citado cliente le manifestó que el motivo de la adquisición de las tarjetas era para repartirlas entre amigos para transferir y recibir noticias de prensa, ignorando si trabaja o no como periodista, y si lo hace para que medio o empresa»(Khalek Al Jondi obtuvo el permiso de conducir español por canje de uno iraquí)
Pues bien, pese a la precisa descripción de ese cliente por el que tanto interés parecía tener la Policía, no le mostraron al dependiente ni una sola foto de sospechosos ni tampoco hicieron un retrato robot, lo cual llama la atención porque precisamente estaba describiendo a Abdul Khalek Al Jondi que, además, era bien conocido de los agentes de la UCIE como colaborador del lider de «la célula española» de Al Qaeda.
- El sirio al que la UCIE conocía tan bien nunca fue detenido o procesado por colaborar con Al Qaeda.
- Acudió espontáneamente a la UCIE para decir que había vendido tarjetas al conocido como «El Tunecino».
- Se puso a explicar sin que nadie se lo preguntara, porqué la tarjeta con la que días después un comisario diría que descubrió el escondite de los terroristas en Leganés, estaba «al parecer» a nombre de su esposa.
- La Policía aseguró que esa tarjeta fue vendida en el locutorio de Jamal Zougam.
- El inspector que siguiendo la pista de la tarjeta, activó la inmediata detención de Zougam, lo hizo diciendo haber leído en un documento lo que no estaba escrito.
- Zougam fue aislado de inmediato y acusado formalmente antes incluso de haber tomado declaración a los testigos que le implicaron y que declararon como protegidos.
Estos y otros detalles, hicieron que en la Comisión del Congreso para investigar los sucesos del 11-M una diputada formulase una pregunta obligatoria al ministerio del Interior:
«¿El que Abdul Khalek Al Jondi no fuera procesado ni imputado por la autoridad judicial en el proceso del 11-M era por ser confidente de la Policía Nacional?.»
La respuesta del ministerio del Interior no permite evaluar la condición de este relato de hechos:
«La cuestión que interesa su Señoría tiene la consideración de materia clasificada»
Acatar la verdad judicial no significa que haya que creérsela
El comisario de Burgos tuvo que inventar una relación inexistente de teléfonos…
El inspector que siguió la traza comercial de la tarjeta de la bolsa dijo haber visto lo que no pudo ver y ello motivó el aislamiento inmediato de Zougam…
La UCIE miró para otro lado cuando Khalek Al Jondi dijo haber provisto de tarjetas SIM fáciles de memorizar (por ejemplo 645655189, 645655336, 645655340, 645658487, 645658489, 645658495, 645658507, 645658780, 645658903 o 656625257) a los terroristas del atentado…
El 22 y 23 de abril de 2004, el teléfono 645 658 495 atribuido finalmente a Mohamed Belhadj por la Policía consta que recibió 5 llamadas generadas con el prefijo 630300080, que era el utilizado por la Policía para el acceso a la red móvil….
Mohamed Belhadj dicen que por esas fechas andaba por Bélgica…
Es probable que Khalek Al Jondi colaborara con algún servicio del Estado proveyendo tarjetas que salían del locutorio de Zougam, ¿para sospechosos que había que controlar?
Mejor mantener a Zougam fuera de juego…